¿Recuerdas cuál fue la emoción que sentiste la primera vez que retiraste beneficios procedentes de tus inversiones?

Llevaba tiempo deseando escribir sobre una anécdota que viví con mi buen amigo y trader Javier Palazón. Sucedió hace unos meses. Estábamos en un restaurante, éramos diez o doce traders y al hilo de una conversación que tocaba el tema de las ganancias, Javier tomó la palabra.
“Recuerdo la primera vez que toqué dinero procedente de las ganancias haciendo trading, aquel día fui al cajero y saqué 300 euros. ¿Sabéis cuál fue mi reacción? Guardé el dinero en mi bolsillo y me puse a caminar sintiéndome como si fuera el Sheriff de la ciudad.”
Aquella declaración tenía mucho que analizar y no desaprovechamos la oportunidad para hacerlo. Pero hoy, a raíz de la sensación de Javier, os estaréis preguntando ¿cómo logró obtener beneficios? y ¿por qué se sintió tan eufórico?
Llegar a ser ganador en los mercados es más complejo de lo que la gente piensa y los que llevamos tiempo en esto lo sabemos muy bien. El propio Javier nos contó en una ocasión que había que tomar el trading como un negocio. Lograr beneficios viene después de haber recorrido un sinuoso camino, a veces frustrante. Atrás quedaron errores, cuentas perdidas, miles de horas, quebraderos de cabeza y un sin fin de momentos duros.
El símil de Sheriff del oeste es magnífico. Es esa persona que logra ver la luz tras habérselas visto muy canutas y consigue ser regular en el tiempo. También tiene el respaldo de estar trabajando bien, la confianza de saber que está en el buen camino y el aval de los resultados positivos en el tiempo. Y, además, el Sheriff camina con paso sólido y la cabeza bien alta, orgulloso de su evolución y de saber que tiene un poder de valor incalculable; se ha demostrado así mismo que puede lograr lo que se proponga.
Con estas sensaciones es lógico que mi amigo Javier se dirigiera orgulloso a darse un capricho con sus 300€. Desde mi humilde experiencia, pienso que es importante tocar dinero de vez en cuando. Estamos acostumbrados a ver subir y bajar una cifra económica, pero no a palpar con nuestros dedos ese dinero. Hacerlo te acerca mucho más a la realidad y a darle un mayor valor a la actividad que realizas como inversor.
A colación de la relación del trader con el dinero, sucede otra cosa. Desconozco su designación científica, pero yo lo describo como el mal del trader que va de sobrado. Cuántas veces has dicho aquello de “qué más da, por cincuenta euros que arriesgue, no va a pasar nada”. La cantidad es lo de menos. Lo importante es la escasa relevancia que le damos al capital cuando está representado por una cifra electrónica.
Creo sinceramente que, dentro del proceso de deshumanización que estamos viviendo a nivel global, estamos aplicándolo al valor que se le atribuye al dinero. La teoría es que ver en el saldo de tu cuenta del bróker una ganancia de 300 euros no causa la misma sensación que tener esos 300 euros en las manos, de forma física. La mente tiende a asociar patrones de conducta, ¿cierto? El dinero en la mano es palpable, se puede oler, doblar y guardar en un lugar u otro. Se le puede llegar hasta a tener cariño y apego. ¿Tiene la misma carga emocional escuchar por los altavoces una canción procedente de un formato digital como un .mp3 que escuchar la misma canción sosteniendo entre tus manos la carátula del cd o del vinilo del artista? ¿Leer en físico o en digital?
Soy defensor de la tecnología y la evolución, por supuesto, pero cuando llevamos a la práctica el hecho de darle más o menos valor al capital con el que invertimos, se lleva al extremo la sensación de que el dinero electrónico tiene menos valor que el físico. Por eso es tan importante, de vez en cuando, tocar papel de verdad para recordarnos que son esos billetitos los que ponemos en riesgo en nuestras inversiones.
No olvides que aunque te creas el sheriff de los mercados, una especie del Lucky Luke de Wall Street, siempre estarás rodeado de pequeños Daltons que intentarán ponerte trampas, entre ellos está la percepción de valor que le atribuyes al dinero electrónico.
Luis David Pérez.